El
quehacer en la dirección teatral realizado durante tantos años,
me ha permitido la extraordinaria experiencia de conocer y
trabajar con innumerables personas, la mayoría, atraídos por lo
que sucede en el "círculo mágico" ya sea en actuación,
iluminación, diseño, música, danza, maquillaje, artesanía,
vestuario, tramoya, etc. Algunos con el tiempo se hacen
profesionales; otros, deslumbrados por algún espectáculo,
aparecen llenos de entusiasmo; pero al descubrir el quehacer
intenso que exige la puesta en escena, abandonan y desaparecen
pronto.
Entre
los primeros hay quienes han sabido medrar sobre el escenario
viviendo a expensas de una de las actividades más puras de creación
que puede realizar un hombre. Afortunadamente, también hay muchos
que se entregan a un amor desesperado que les durará toda la vida
y se transforman en eternos amantes del teatro; serán capaces de
aprender a bailar, aunque no hayan dado un paso de danza en su
vida; a cantar con alegría y sin desafinar; coser sus propias
vestiduras; respetar y honrar a sus compañeros; construir utilería;
instalar luces; actuar con sinceridad, como también, realizar la
tarea de barrer el escenario, acarrear sillas, vender entradas,
repartir publicidad y sentirse felices por tener el privilegio de
ser admitidos en el "círculo sagrado".
Recuerdo
a Hermo Henríquez y Luis Ross. Fueron de estos privilegiados;
actores cuyo contrato sobre la tierra ya terminó. El primero,
partió muy joven y el otro, cuando los años y la enfermedad
colocaron el punto final a sus parlamentos.
Me
detengo en los actores de quienes he escuchado sus angustias;
observado cómo se dejan habitar por el texto de la obra; cómo
luchan para no caer en la tentación de ser actores de un solo
personaje.
Sostengo
que un cómico es una persona mágica, porque a su alrededor el
aire está cargado de electricidad, tal como en los instantes
previos a una tempestad; son seres predilectos porque les está
permitido espiar el interior del cielo y se aferran a la belleza
que existe en esos entornos.
Próximamente
daré un breve giro al timón y me dedicaré a trabajar con
quienes deseen participar en la aventura de dirigir una obra escénica,
porque es hermoso compartir con otros las experiencias adquiridas
en mil batallas y se hace necesario, además, satisfacer una
notoria carencia en el teatro regional: Directores de Teatro.
Por
Teresa Vernal
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