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El Mercurio de Antofagasta, Año XCIV - Nro. 33.612 - Lunes 4 de Diciembre de 2000

El apostolado de la dirección teatral

El quehacer en la dirección teatral realizado durante tantos años, me ha permitido la extraordinaria experiencia de conocer y trabajar con innumerables personas, la mayoría, atraídos por lo que sucede en el "círculo mágico" ya sea en actuación, iluminación, diseño, música, danza, maquillaje, artesanía, vestuario, tramoya, etc. Algunos con el tiempo se hacen profesionales; otros, deslumbrados por algún espectáculo, aparecen llenos de entusiasmo; pero al descubrir el quehacer intenso que exige la puesta en escena, abandonan y desaparecen pronto.

Entre los primeros hay quienes han sabido medrar sobre el escenario viviendo a expensas de una de las actividades más puras de creación que puede realizar un hombre. Afortunadamente, también hay muchos que se entregan a un amor desesperado que les durará toda la vida y se transforman en eternos amantes del teatro; serán capaces de aprender a bailar, aunque no hayan dado un paso de danza en su vida; a cantar con alegría y sin desafinar; coser sus propias vestiduras; respetar y honrar a sus compañeros; construir utilería; instalar luces; actuar con sinceridad, como también, realizar la tarea de barrer el escenario, acarrear sillas, vender entradas, repartir publicidad y sentirse felices por tener el privilegio de ser admitidos en el "círculo sagrado".

Recuerdo a Hermo Henríquez y Luis Ross. Fueron de estos privilegiados; actores cuyo contrato sobre la tierra ya terminó. El primero, partió muy joven y el otro, cuando los años y la enfermedad colocaron el punto final a sus parlamentos.

Me detengo en los actores de quienes he escuchado sus angustias; observado cómo se dejan habitar por el texto de la obra; cómo luchan para no caer en la tentación de ser actores de un solo personaje.

Sostengo que un cómico es una persona mágica, porque a su alrededor el aire está cargado de electricidad, tal como en los instantes previos a una tempestad; son seres predilectos porque les está permitido espiar el interior del cielo y se aferran a la belleza que existe en esos entornos.

Próximamente daré un breve giro al timón y me dedicaré a trabajar con quienes deseen participar en la aventura de dirigir una obra escénica, porque es hermoso compartir con otros las experiencias adquiridas en mil batallas y se hace necesario, además, satisfacer una notoria carencia en el teatro regional: Directores de Teatro.

 

Por Teresa Vernal